Ninia, un proyecto social: De una cárcel peruana salen hermosas tazas y filtros de café

Fotos: Fabiola Valle

El pabellón 1 -A del penal Miguel Castro Castro se ha convertido en el centro de labores y taller de la francesa Deborah Hellequin, quien se traslada todos los días 1 hora y 20 minutos desde su casa, ubicada en Barranco, hasta San Juan de Lurigancho para elaborar con los internos tazas y filtros de café, entre otros recipientes como jarrones y platos.

Su amor por el buen café la inspiró. En Finca La Campiña de Barranco  nos cuenta su historia y muestra una variedad de tazas en tonos azulejos, verdes y tierra. Hay para todos los gustos.

El compromiso de Deborah -que  hace 5 años vive en el Perú-, con los presos va más allá de un pasatiempo. Hace unos meses, firmó un convenio con el Instituto Nacional Penitenciario (INPE) para poder trabajar en el penal. Es parte del plan de cárceles productivas. Es así como nace Ninia

Cuenta que muchas personas, incluso los presos, no comprenden por qué con una carrera ascendente decidió dejar la ONG donde trabajaba e ‘internarse’ en un penal. «Soy encargada de proyectos humanitarios de profesión y ahora soy business manager de mi empresa», precisa.

«¿Qué hace una niña rodeada de delincuentes?», le preguntan. Ella responde que siempre trabajó en proyectos sociales y que se quedó “impresionada por la capacidad y ganas que tienen los presos de aprender, de trabajar y de salir adelante. Ahí vi una chispa de luz. La empresa también se llama Ninia por eso de niña… Ellos merecen una oportunidad”.

Deborah Hellequin, de 29 años, tiene un sueño: que los internos se beneficien económicamente con la venta de los productos para que puedan pagar sus reparaciones civiles u otras necesidades: “Nos inspiramos y aprendemos juntos. Yo diseño con ellos y me inspiro en técnicas francesas. Dentro de poco recibiré una capacitación de una artista y esa enseñanza se la llevaré a los chicos”.

LA CERÁMICA

Trabajar con la cerámica no es cosa fácil. Deborah explica que se trata de un material muy noble y de un arte ancestral muy complejo: “Se tiene que manejar las técnicas de horno y de esmalte, así como las temperaturas del horno. Además, se tiene que esculpir y trabajar las piezas a mano”.

A diario van creando nuevos modelos para poco a poco ir entrando al mercado. “Los chicos no quieren dar pena. Ellos quieren que su trabajo sea valorado y comprado por la calidad del producto y no por lástima”, indica, mientras sostiene un filtro de cerámica para V60.

Deborah y los internos han encontrado un nicho en las cafeterías de especialidad. Sus tazas ya están en Finca La Campiña de Barranco y pronto en los locales de Puku Puku’.

-Nunca me imagine estar trabajando en un penal y mucho menos haciendo tazas”, (risas).

Deborah ama lo que hace y está decidida a que este proyecto siga creciendo.

DATOS

  • 23,971 internos participan de las cárceles productivas
  • 108 convenios se han suscrito entre el INPE y empresas privadas.
  • 233 talleres de carpintería, cuero, confección textil, cerámica, tejidos, telares y zapaterías.

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